Desde su primera emisión, camiseta wade negra ha recibido críticas positivas de los fanáticos y de los críticos de televisión. En 1982 se escuchó por primera vez la palabra sida y durante muchos años apenas se supo nada del virus que lo causaba, el VIH. Durante la década de los 80 existió mucho miedo por los estragos que el sida podría generar. Mediante una página web Edenor muestra las obras que se hacen en cada barrio de su área. Una simple tarea de exploración, como alegaron, para saber cuáles eran sus inventarios o sus prácticas, en aras de comprender cómo y qué estaban haciendo exactamente.
La novedad, quizás, fue una especie de club de compradores establecido en Sudáfrica que no funcionaba para individuos, sino para que proyectos que quisiesen ampliar el acceso a ARV tuviesen acceso a los mismos precios que organizaciones como MSF tenía. A partir de ese año, y siempre gracias a la fuerza de un activismo sin tregua, el acceso a las terapias combinadas comenzó a ser más generalizado. Tanto que, para reivindicar el acceso a estos medicamentos vitales, camisetas baloncesto baratas se vieron envueltos en estrategias similares a las aplicadas por los clubes. La FDA reconocía que no quería apartar a los enfermos de conseguir medicamentos que podían ser de ayuda, pero que, por otro lado, tenían la obligación de proteger la salud pública.
Hasta 1991 la FDA había dejado actuar a los clubs con una libertad de acción nunca antes vista. La mayoría de los clubs -el de Dallas era una excepción- funcionaban sin ánimo de lucro. Desde 1987, y empezando por el PWA Health Group en Nueva York, decenas de clubs se establecieron en las ciudades más importantes (Houston, Boston, Denver, Phoenix, Atlanta, San Francisco, Chicago o Dallas) y trabajaron de la manera más organizada. D) de medicamentos por parte de la industria, y muchos investigadores veían socavada la pureza de sus futuros ensayos clínicos sobre algunos medicamentos que los clubs ya vendían, puesto que los consumidores podrían generar resistencia a los mismos. El primer antirretroviral, la zidovudina (AZT) -el otro gran protagonista de la película-, estaba todavía en fase de prueba, y solo se administraba a unos pocos participantes en los ensayos clínicos. Esta asimilación, que pudo por la fuerza o por libre elección, consistía, básicamente, en dejar de practicar el judaísmo e incluso rechazar la identidad judía propia.
De este modo, cuando se produjo la ocupación de las Malvinas por los ingleses, cinco años más tarde, no hubo fuerza naval para contrarrestarla. Si bien el alcohol y las fiestas en este día están muy extendidos, es importante tener consciencia de este hecho. En medio de estos placeres, andaba un comensal disertando sobre si el desayuno es o no es la comida principal del día. Incluso los casos más avanzados mostraban claros síntomas de mejoría bajo estos tratamientos: pacientes y doctores hablaban del efecto Lázaro. Tailandia, con la idea de mantener a la gente informada y animarles a buscar supervisión médica cualificada y asesoramiento y, por supuesto, de ofrecer tratamientos al precio más bajo posible.
Muchos afectados fueron despedidos de sus trabajos, echados de sus casas y abandonados por sus amigos y familias. Las primeras (las casas de lujo) servirían de activo refugio, respecto a la incertidumbre económica y política y una relativamente elevada inflación. En el segundo (declaración política unilateral), el más probable, las consecuencias serían mucho más importantes. En 1985, año en que Ron Woodroof es diagnosticado, no existían medicamentos antirretrovirales (ARV) para tratar esas infecciones o las enfermedades asociadas al sida. La película nos sitúa en 1985 y nos presenta a Ron Woodroof (Matthew McConaughey): un electricista tejano, alcohólico, cocainómano, homófobo y amante de los rodeos al que le diagnostican el sida, dándole como mucho un mes de vida.